Los ataques no provocados de tiburón son raros, pero ocurren. Unas 60-70 veces al año, de hecho; y en torno a una decena de personas mueren al año por ellos. Sin embargo, deberían ser más: el tiburón blanco, que junto a los tiburones toro y los tiburones tigre causan la mayor parte de los ataques, es una máquina de matar hasta niveles insospechados. Si atacar al ser humano estuviera entre sus entretenimientos habituales y teniendo en cuenta lo expuestas que están muchas poblaciones humanas en todo el mundo esas cifras serían mucho (muchísimo) más altas.
Por eso los ataques no provocados de estos tiburones han sido un misterio zoológico de primer orden. ¿Qué pasa cuando uno de estros depredadores ataca a un bañista? ¿Por qué pasa? ¿Cómo podemos evitarlo (si es que podemos)? Y quizás no lo más importante, pero sí lo más interesante… ¿Qué nos dice todo esto de la naturaleza del rey de los mares?
Ojos que no ven, mordisco que te llevas
A fuerza de generar hipótesis e intentar refutarlas, los expertos llegaron a la conclusión hace años de que la explicación podía ser muy sencilla: los tiburones, sencillamente, se confundían. Los tiburones pequeños comen esencialmente pescado, pero a medida que crecen empiezan a verse con capacidad de «cazar» presas más suculentas. Ahí vendrían los problemas.
Si lo pensamos con detalle, los tiburones blancos jóvenes no deben tener vista de águila. Cegatos y, probablemente, daltónicos, el mundo visto por uno de estos adolescentes es una sucesión de grises uno tras el otro. En ese sentido, no debe ser fácil diferenciar entre una suculenta foca y un bañista despistado. Con el tiempo, los tiburones van aprendiendo a fijarse en los detalles, pero mientras tanto tendrían que aprender (equivocándose de vez en cuando, claro).
El problema de esta explicación era que, pese a tener sentido, no teníamos forma de preguntarle a los jóvenes tiburones y, claro, nuestra tecnología no permitía una comprobación fácil. Además, si nosotros podemos distinguir claramente entre una foca y un surfista, «¿cómo no iban a hacerlo los tiburones?», se preguntaban muchos científicos. Ahora, un artículo publicado en el Journal of the Royal Society Interface ha tratado de poner toda la carne en el asador y han intentado simular cómo ven el mundo esos tiburones.
Para ello, los investigadores conectaron una GoPro a una «scooter» marina (que viajaba a una velocidad similar a los tiburones) y grabaron vídeos de leones marinos, lobos marinos, nadadores y gente en tres tipos diferentes de tablas de surf en el acuario del zoológico de Taronga de Sydney. Más tarde, realizaron numerosos estudios de simulación en los que se ajustaba la resolución, el color y la configuración visual para ajustarla a lo que sabemos sobre las retinas de los tiburones
Sus conclusiones son claras: hasta donde han conseguido simular, no hay diferencias significativas entre un león marino, una persona en una tabla de surf o incluso una persona nadando. Ergo, la teoría de la confusión, gana peso y respaldo. Es decir, la fama de asesinos que tienen estos tiburones estaría algo injustificada: no son el diablo con aletas, sino unas entrañables máquinas de picar carne con tendencia a equivocarse.
Lo mejor de todas formas es que, como Charles Bangley, ecólogo marino de la Universidad de Dalhousie en Nueva Escocia, explicaba en el New York Times, nos da un buen consejo para evitar sorpresas submarinas: «nadar en aguas tranquilas y claras lejos de las focas y otras presas«. Así, al menos, podremos nadar (más) tranquilos.
Imagen | Gerald Schombs
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La noticia
Ya sabemos por qué los tiburones blancos atacan sin provocación alguna: estos científicos creen que su fama de salvajes asesinos está «injustificada»
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Jiménez
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