Xataka – Un misil AIM-9X costaba un millón de dólares para derribar un dron ruso. Ucrania ha encontrado la solución por 2.000 dólares

Para Moscú, los drones Shahed han sido un recurso barato y escalable para desgastar a las defensas ucranianas, primero lanzados en pequeñas tandas y más tarde en oleadas a mayor altura, fuera del alcance de ametralladoras y cañones. Para Kiev, el desafío ha sido no solo neutralizar esos enjambres, sino hacerlo sin arruinarse: cada Shahed obligaba a disparar misiles de precios desorbitantes, una ecuación ruinosa a largo plazo. Esa asimetría de costes obligó a Ucrania a acelerar la innovación dando lugar a un nuevo paradigma de defensa aérea.

El nacimiento de algo nuevo. En los cielos de Ucrania ha emergido un arma inesperada contra las incesantes oleadas de drones rusos: los interceptores de bajo coste diseñados en Kyiv. Entre ellos destaca el Sting, un cuadricóptero con forma de proyectil capaz de superar los 315 km/h y concebido para destruir Shaheds y Gerberas en pleno vuelo. 

Su silueta diminuta y su sonido agudo contrastan con los grandes sistemas antiaéreos tradicionales, y su éxito inicial (con cientos de drones enemigos derribados en pocos meses) demuestra que es posible neutralizar amenazas masivas con soluciones rápidas y baratas. Empresas como Wild Hornets, en colaboración con la plataforma gubernamental Brave1, han convertido la innovación acelerada en el eje de la supervivencia aérea del país.

La guerra de costes. El gran desafío no es solo técnico, sino económico. Un dron Shahed cuesta en torno a 35.000 dólares, mientras que el AIM-9X, empleado por sistemas como NASAMS para derribarlos, supera el millón por unidad. Este desequilibrio colocaba a Ucrania y a sus aliados en clara desventaja financiera: cada interceptación resultaba decenas de veces más cara que el propio ataque ruso.

El Sting, en cambio, cuesta apenas 2.100 dólares y actúa como dron suicida al impactar directamente contra el objetivo. La diferencia es abismal: por el precio de un solo AIM-9X pueden fabricarse casi quinientos Sting, una proporción que explica por qué Kyiv considera vital su despliegue masivo para resistir los bombardeos de hasta 800 drones en una sola noche.

Innovación acelerada. La ventaja ucraniana no reside solo en el coste unitario, sino en la rapidez de adaptación. Cada modelo nuevo responde a la última táctica rusa, ya sea Shaheds a mayor altitud, enjambres más numerosos o versiones a reacción. 

Los ingenieros han pasado de cañones y ametralladoras en tierra a interceptores capaces de operar parcialmente de forma autónoma, e incluso se experimenta con sistemas totalmente automáticos que detectan, persiguen y destruyen sin intervención humana directa. Esta capacidad de iteración diaria, alimentada por el feedback del frente, ha convertido a Ucrania en un laboratorio de guerra aérea sin precedentes.

Europa y la lección. La reciente incursión de 21 drones rusos en Polonia obligó a desplegar F-35 que emplearon misiles de altísimo valor para derribar apenas cuatro aparatos. El episodio ha disparado el interés europeo por las soluciones ucranianas, que ofrecen una “muralla de drones” mucho más barata y escalable que cualquier sistema tradicional. 

Empresas alemanas y de otros países ya prueban interceptores inspirados en Kiev, conscientes de que sus defensas actuales no están preparadas para oleadas baratas y masivas. Para Europa, la lección es clara: la defensa aérea del futuro no puede basarse en disparar misiles de millones contra objetivos de unos pocos miles.

Nuevo paradigma. La irrupción de los interceptores como el Sting refleja un cambio de paradigma. Lo que antes se resolvía con sistemas estáticos y arsenales carísimos ahora exige soluciones flexibles, económicas y producidas en serie. Ucrania, presionada por la urgencia de sobrevivir, ha abierto camino hacia un modelo en el que el coste, la velocidad y la innovación constante pesan tanto como la tecnología pura. 

Si consigue desplegar miles de interceptores diarios, no solo reforzará su defensa inmediata, sino que habrá sentado las bases de un nuevo enfoque militar que obligará a la OTAN a replantear su estrategia y a abandonar la lógica de la “millonada” gastada en cada misil frente a un enemigo que apuesta por la saturación y el desgaste.

Imagen | Wild Hornets/Telegram

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Un misil AIM-9X costaba un millón de dólares para derribar un dron ruso. Ucrania ha encontrado la solución por 2.000 dólares

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Miguel Jorge

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