En verano contamos el inicio de algo que se hacía difícil de catalogar. La Academia Española de Tauromaquia lanzó la propuesta de construir una escultura monumental de nada menos que 300 metros con forma de toro, una estatua que aspiraba a convertirse en un icono turístico y cultural comparable a estructuras como la Torre Eiffel o la Estatua de la Libertad, tomando como seña de identidad un símbolo asociado históricamente a la imaginería española.
Si existía alguna duda de la acogida, ya hay ciudades dándolo todo por “su” toro.
Un símbolo. Lo que sabemos: que el proyecto prevé una estructura metálica abierta, de tipo modular, con miradores en los cuernos y un complejo comercial y cultural en su base, financiado con capital privado pero condicionado a que el municipio receptor ceda un solar de gran extensión (al menos 650 metros de largo) y asuma la integración urbanística y permisos.
Aunque la idea arrancó como una iniciativa sectorial orientada a reforzar la presencia pública de la tauromaquia, el mero anuncio, por supuesto, ha generado reacciones contrapuestas: mientras para algunos es una oportunidad de proyección internacional y un reclamo económico, para otros es una provocación estética y ética que pretende blanquear con arte una práctica controvertida.
Empieza la carrera. A esta hora sabemos algo más: hay “tortas” por hacerse con el monstruo. Tras el rechazo inicial de Madrid, Castilla y León ha tomado ventaja al concentrar la mayoría de las candidaturas y situar ya a Peñafiel y Valle de Valdebezana en una fase avanzada al haber entregado planos concretos de ubicación, lo que los coloca por delante de otros municipios que solo han expresado voluntad política sin acreditar viabilidad técnica.
Peñafiel, con una tradición taurina arraigada y un entorno urbano que ya cuenta con la Plaza del Coso como elemento singular, ha afirmado tener un emplazamiento “privilegiado” que cumpliría los requisitos y que además podría dotarse en el futuro de servicios complementarios, evitando la necesidad de respaldo provincial o autonómico al disponer de un PGOU que le permite otorgar licencias por su cuenta.
Bola extra. La Academia exige, como siguiente paso, el apoyo institucional superior salvo en aquellos casos en que el planeamiento municipal permita actuar sin ese filtro, lo que ha redoblado el interés de municipios competidores en asegurar cuanto antes su legitimidad administrativa.
El argumento económico. Los promotores defienden que la estructura sería un motor de atracción turística capaz de activar comercio, empleo y notoriedad para la localidad anfitriona, especialmente en territorios de la España interior con problemas de visibilidad y fuga de población. Se plantea que el monumento actuaría no solo como reclamo de visitantes, sino como ancla de consumo en su entorno inmediato gracias a restaurantes, tiendas y programación cultural temática que permitirían que el flujo turístico dejara renta local y prolongase la estancia en destino.
De ahí que municipios como Peñafiel o localidades zamoranas y salmantinas interesadas vean en esta opción una vía para complementar o reorientar su oferta turística más allá de campañas estacionales o de eventos puntuales, sin coste presupuestario directo si finalmente el grueso de la inversión queda en manos privadas como prometen los impulsores.
Qué dice la gente. La iniciativa no está exenta de rechazo: cargos públicos de la oposición la consideran extravagante, desproporcionada y fuera de contexto, mientras que colectivos animalistas y críticos con la tauromaquia denuncian que la escultura constituye una glorificación simbólica de una práctica asociada al sufrimiento animal, disfrazada de arte monumental y destinada a provocar más que a cohesionar.
Este frente argumenta además que la escala desvirtúa el paisaje, implica impacto visual extremo y traslada al espacio público un icono identitario que no cuenta con consenso social, lo que convertiría al monumento en un foco permanente de disputa. La tensión entre ambas narrativas (revitalización territorial vs. imposición simbólica) ya acompaña el proyecto desde su fase embrionaria, anticipando un debate que podría intensificarse si la elección de sede cristaliza en un emplazamiento concreto.
Peñafiel un paso por delante. Así las cosas, Peñafiel se posiciona en estos momentos como uno de los candidatos más serios al disponer de esa tradición taurina, voluntad política explícita y aparente capacidad urbanística para alojar semejante estructura, a lo que suma el argumento identitario de poder pasar de ser conocida por su singular Plaza del Coso a alojar el que sería mayor símbolo arquitectónico de la tauromaquia moderna.
Mientras, las autoridades locales reconocen la magnitud del desafío logístico y anticipan un proceso largo, aunque consideran que el retorno reputacional y económico justificaría la apuesta. La Academia de Tauromaquia continúa evaluando planos, accesibilidad, impacto y viabilidad, mientras otras localidades ultiman apoyos institucionales para no perder posición.
El proyecto entra así en una fase decisiva en la que se confrontan visión, suelo, permisos, legitimidad social e impacto estratégico antes de que se seleccione destino para un objeto que, aun no construido, ya produce efectos políticos, estéticos y culturales.
Imagen | Academia Española de Tauromaquia
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La noticia
Si alguien pensaba que nadie iba a querer la estatua de un toro de 300 metros en España, es que conocen muy poco España
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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