En el mes de abril contamos una tendencia que comenzaba a circular entre ese sector de la civilización que es capaz de tener ocho o más cifras en la cuenta bancaria. Los ultrarricos, tras años gastándose auténticas fortunas en domotizar sus mansiones, habían decidido volver a los tiempos analógicos erradicando cualquier rastro de tecnología en los hogares. Pero una cosa es tirar leds, y otra muy distinta un Picasso.
Porque de las obras de arte y el mobiliario de lujo no se desentienden. De hecho, pagan a precio de oro su cuidado. Incluso más que un presidente de Gobierno.
El arte de limpiar el lujo. En el universo de los hogares más ricos del planeta, la limpieza ya no es una tarea doméstica: es una ciencia minuciosa, una habilidad altamente especializada y un trabajo de, atención, seis cifras. Lo contaba en un amplio reportaje Bloomberg con casos como el de Gina, que con 26 años de experiencia en el servicio doméstico, es hoy una executive housekeeper en la Bahía de San Francisco que gana más de 100.000 dólares al año por cuidar mansiones donde cada mueble es una obra de arte.
Su ascenso desde la limpieza básica hasta la gestión de residencias multimillonarias refleja un fenómeno global: la transformación de la limpieza del lujo en una profesión cualificada impulsada por la sofisticación del diseño contemporáneo y la escasez de personal entrenado. En estas casas, el error no se mide en manchas sino en miles de dólares: un roce mal calculado puede destruir el acabado original de un pomo o el brillo de una pieza de colección. En este ecosistema, la limpieza requiere tanto conocimiento técnico como una suerte de restaurador o incluso un conservador de museo.
La nueva frontera de limpiar. Todo esto se entiende debido al auge del diseño de alta gama, que ha elevado los estándares del trabajo doméstico a niveles inéditos. En las casas donde Gina trabaja, los objetos ya no son “muebles”, sino inversiones y fragmentos de historia: mesas de Diego Giacometti más caras que un Ferrari, sofás de Jean Royère tasados en millones o piezas de François-Xavier Lalanne que alcanzan cifras récord en subastas. Limpiarlas exige conocer los materiales, entender sus reacciones químicas y aplicar protocolos precisos.
Maderas, metales, tejidos, vidrio o ratán se convierten en desafíos de conservación más que de higiene. Los productos y herramientas comunes (como los populares Swiffer) son, según los expertos, enemigos de la conservación: alteran superficies, eliminan pátinas o introducen residuos químicos. Lo correcto es casi artesanal: humedecer las manos, usar un paño de algodón y mantener la humedad justa para atrapar el polvo sin dañar el material. La frontera entre limpiar y desinfectar, aparentemente trivial, es esencial: “No se puede desinfectar sin limpiar primero”, repiten los formadores, conscientes de que la ignorancia puede costar más que un salario anual.
Escasez y salarios astronómicos. El valor de estos profesionales se ha disparado. Antes de la pandemia, un ama de llaves con experiencia en el mantenimiento de hogares de lujo ganaba unos 60.000 dólares anuales. Hoy, esa cifra supera con facilidad los 100.000, más beneficios y bonus. De hecho, la demanda ha crecido al mismo ritmo que la riqueza extrema y la proliferación de objetos delicados. Empresas de formación como la de Charles MacPherson en Toronto ofrecen programas de cinco semanas que combinan comunicación con el empleador, seguridad doméstica y limpieza de diseño contemporáneo.
La falta de personal cualificado ha convertido a los housekeepers ejecutivos en un bien escaso y codiciado. Para que nos hagamos una idea, recordaban en Bloomberg que algunos son objeto de intentos de “fichaje” por parte de otros millonarios, conscientes de que un buen profesional puede ser la diferencia entre conservar o arruinar una colección. La competencia, explicaba Gina, es feroz: “Hay muy poca gente realmente profesional en esto, y muchos lo ven como un trabajo menor”. En realidad, el lujo ha redefinido la limpieza como una disciplina técnica donde el conocimiento pesa más que la fuerza, y la confianza, más que la jerarquía.
Del hogar al museo. El cambio cultural que rodea esta nueva élite de limpiadores refleja también una mutación en la relación de las clases altas con sus espacios. Los hogares de los multimillonarios se han convertido en híbridos entre vivienda y galería, donde el mantenimiento es parte del valor del patrimonio. Los propietarios no solo compran belleza, compran responsabilidad: cada objeto exige un régimen de conservación, y la limpieza se transforma en una extensión de la curaduría.
Aquí un error puede ser catastrófico: el caso del ama de llaves que, al intentar “devolver el brillo” a los tiradores de una puerta, eliminó una pátina intencionada y causó un daño de 75.000 dólares, es ya un clásico del sector. En estas casas, las manos que limpian no son invisibles: son parte del ecosistema que protege la inversión y sostiene la estética. La paradoja es que un oficio históricamente menospreciado se ha convertido, en la cima de la pirámide social, en una profesión tan delicada y exclusiva como los objetos que toca.
Economía de la precisión. El ascenso de la limpieza de lujo a categoría profesional pone en evidencia la lógica contemporánea del mercado: cuando la riqueza se multiplica y los objetos se vuelven irremplazables, el cuidado se convierte en un lujo en sí mismo. En este entorno, la escasez de personal preparado eleva los salarios, pero también redefine el prestigio del oficio.
La profesionalización del servicio doméstico de alta gama marca una nueva frontera en la economía de los cuidados: la del mantenimiento como arte. Si se quiere también, Gina y sus colegas ya no son limpiador@s, son guardianas del patrimonio material de una élite que prefiere pagar de más antes que arriesgar una pieza única. Así, en el silencio meticuloso de esas mansiones, donde cada superficie vale tanto como un coche deportivo, el trapo de algodón se ha convertido en símbolo de estatus, precisión y confianza.
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La noticia
El mobiliario de lujo ha creado una nueva élite: los empleados del hogar de los ultrarricos que ganan más que Pedro Sánchez
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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