Xataka – 50.000 personas pagaron 120.000 euros para vivir en una criptoisla paradisíaca. Ahora está a punto de desaparecer bajo el Pacífico

Un grupo de inversores en criptomonedas imaginaron vivir en un criptoestado en el que todo estuviera basado en tecnología blockchain y, por supuesto, 100% libre de impuestos. El proyecto fue tan en serio que incluso encontraron una isla privada en mitad del Pacifico y bautizaron el lugar como Isla Satoshi en honor del creador de bitcoin.

En ella, los criptoinversores podían mudarse a vivir y adquirir su ciudadanía a cambio de unos módicos 120.000 euros. Ocho años más tarde, la Isla Satoshi, no solo no se ha convertido en el criptoparaíso tropical prometido del bitcoin y NFT, sino que está en riesgo de desaparecer bajo las aguas del Pacífico.

El origen de la iniciativa. Tal y como recogía Fortune, en 2017 y con el apoyo de más 50.000 inversores se puso en marcha el proyecto «Satoshi Island» con el desarrollo de una nueva criptonación en la isla privada del Pacifico Sur anteriormente conocida como Lataro Island, en el archipiélago de Vanuatu, al este de Australia y a medio camino entre Islas Salomón y Nueva Caledonia.

La pequeña isla de 32 km2 se arrendó al gobierno local de Vanuatu por 75 años por el emprendedor inmobiliario británico Anthony Welch que, según France 24, llevaba más de una década viviendo en ella. En 2021 se presentó la transformación hacia «Satoshi Island», bautizada en honor de Satoshi Nakamoto, con la promesa de convertirse en una ciudad-estado cripto, sin impuestos y basada exclusivamente en blockchain y NFT. La visión incluía ciudadanía digital, vivienda modular «cripto-friendly» y una economía desligada del fiat tradicional.

Promesas y realidades inmobiliarias. El plan se articuló bajo varios ejes: emitir NFTs de ciudadanía y propiedad, construir viviendas modulares en 21.000 parcelas disponibles, adoptar energía renovable, gobernanza descentralizada y atraer una comunidad global de criptoinversores. Suena a fórmula complicada para atraer a nuevos vecinos a la isla y, de paso, «alquilarles» parte del 90% de la isla que estaba deshabitada.

«Estamos intentando construir una comunidad. No buscamos urbanizar para obtener beneficios», aseguraba Welch a The Guardian en una entrevista vía satélite con la isla, dado que la isla no cuenta con suministro eléctrico ni internet. Mal augurio para una economía basada en transacciones digitales.

El muro de la soberanía del territorio. De acuerdo a lo publicado por el portal especializado Decripto, en 2022 el gobierno de Vanuatu, con el entonces primer ministro Bob Loughman, respaldó la iniciativa tras asegurarse que habían recibido miles de solicitudes, lo que dio más visibilidad al proyecto.

Obviamente, por mucho NFT de ciudadanía de la Isla Satoshi, la realidad es que los inversores que quisieran vivir en la isla debían obtener la ciudadanía de Vanuatu, que a modo de «Golden Visa» se otorgaba a cambio de un generoso donativo de 120.000 euros. Según datos del Fondo Monetario Internacional, en torno al 40% de sus ingresos proceden de las «Golden Visa», por lo que el proyecto de la Isla Satoshi fue un reclamo excelente para atraer a nuevos residentes y obtener pingües ingresos.

El golpe de la realidad. Poco después comenzaron a surgir las primeras señales de alarma: ausencia de infraestructuras, demoras significativas en la puesta en marcha del proyecto de habitabilidad y la complejidad legal de transformar NFTs en títulos de propiedad reconocidos por el Estado (el real, el de Vanuatu).

Poco a poco el proyecto se ha ido desinflando hasta que, en julio de 2025, una publicación en el perfil en X del proyecto marcaba el punto y final del sueño criptotropical.

Además, la desaparición del proyecto no es solo en sentido figurado, ya que el archipiélago de Vanuatu es altamente vulnerable al aumento del nivel del mar, erosión costera y fenómenos meteorológicos extremos derivados del cambio climático, un pronóstico que ya se está haciendo realidad en su vecino archipiélago de Tuvalu, que ya ha iniciado su migración por motivos climáticos.

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50.000 personas pagaron 120.000 euros para vivir en una criptoisla paradisíaca. Ahora está a punto de desaparecer bajo el Pacífico

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Rubén Andrés

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