China acaba de mover una pieza que puede alterar el tablero global de los minerales estratégicos. Pekín ha aprobadodos anuncios oficiales que establecen un nuevo régimen de control sobre las tierras raras y las tecnologías vinculadas a su extracción, procesado y fabricación de imanes. El cambio no es menor: cualquier producto fabricado fuera del país que contenga apenas un 0,1% de materiales de origen chino necesitará licencia para ser exportado. Es la respuesta más ambiciosa de China en un terreno que lleva años utilizando como palanca económica y política.
Este movimiento no surge de la nada. El gigante asiático lleva meses tejiendo una estrategia para reforzar su control sobre los materiales que alimentan la industria tecnológica global. En abril ya restringió la exportación de metales como el galio y el germanio, esenciales para la fabricación de chips, y semanas después amplió la lista con escandio y disprosio. Más tarde este año explicamos cómo esa ofensiva se apoya en una base sólida: 39 programas universitarios especializados en tierras raras que aseguran el conocimiento y la mano de obra que hoy sustentan su liderazgo.
Cómo el gigante asiático traslada su poder sobre los minerales al resto del mundo
Con las nuevas disposiciones del Ministerio de Comercio, Pekín introduce por primera vez un control extraterritorial sobre los minerales estratégicos. No solo regula lo que sale de su territorio, también lo que otros países producen con materiales o tecnologías de origen chino. El país podrá decidir qué se exporta, a quién y con qué fines, bajo criterios de seguridad nacional. Las solicitudes con destino militar quedarán, en principio, denegadas, mientras que las relacionadas con semiconductores o inteligencia artificial serán examinadas caso por caso.
La segunda norma aprobada el mismo día va un paso más allá: no se limita a los materiales, sino que protege el conocimiento técnico que los hace posibles. El país asiático prohíbe transferir sin permiso sus tecnologías de extracción, refinado, metalurgia o fabricación de imanes, así como cualquier tipo de asistencia técnica vinculada a ellas. La definición de “exportar” es amplia e incluye actividades como la consultoría, la formación o la colaboración en proyectos de investigación. Con esta medida, Pekín blinda su experiencia industrial y restringe la difusión de su saber hacer fuera de sus fronteras.
El calendario de aplicación es escalonado. Parte del nuevo marco entra en vigor de inmediato, mientras que el resto lo hará el 1 de diciembre. Al mismo tiempo, el Ministerio de Comercio amplía su radio de acción con un paquete adicional que incorpora nuevos elementos a la lista de control, incluidos ánodos de grafito, ciertas baterías de iones de litio, diamantes sintéticos y varias tierras raras que no figuraban en las restricciones anteriores. La ampliación apunta directamente a industrias de alto valor tecnológico y refuerza la capacidad del gigante asiático para marcar el ritmo de la cadena global de suministros.
Las nuevas normas podrían alterar el ritmo de sectores enteros. Los imanes y aleaciones derivados de las tierras raras están presentes en motores eléctricos, turbinas eólicas, equipos médicos y electrónica de consumo. Con el nuevo sistema de licencias, cada componente que utilice materiales o tecnologías chinas deberá pasar por una capa adicional de supervisión. Las compañías más expuestas son las que dependen de proveedores intermedios, especialmente en automoción y energía. Para muchas, este movimiento confirma que el control industrial de Pekín ya no se limita a sus fronteras.
Entre las aplicaciones sujetas a mayor control figuran los semiconductores avanzados y la inteligencia artificial. El Ministerio de Comercio ha fijado un procedimiento de revisión caso por caso para las exportaciones relacionadas con chips de 14 nanómetros o menos y memorias de alta densidad. En el caso de la IA, la supervisión se extiende a los proyectos con potencial militar o de defensa. No se trata de un veto general, sino de un sistema de licencias selectivas que permite a Pekín ajustar su respuesta en función del contexto y del país de destino.
La aplicación del nuevo marco exigirá un alto grado de coordinación entre empresas y autoridades. Los exportadores deberán solicitar las licencias a través del sistema del Ministerio de Comercio y presentar documentación en chino. Además, deberán emitir avisos de cumplimiento a los siguientes eslabones de la cadena y reportar cada envío aprobado. El ministerio también ha habilitado un canal de consultas para los casos dudosos, lo que refleja la complejidad del proceso. Incluso en Pekín admiten que la eficacia dependerá de la capacidad de supervisión que logre construir en los próximos meses.
El momento no es casual. Pekín anuncia estas medidas justo antes de la reunión entre Xi Jinping y Donald Trump prevista en Corea del Sur, en un intento de reforzar su posición negociadora. Durante meses, las tierras raras han estado en el centro de las conversaciones comerciales entre ambos países, y la nueva normativa añade presión sobre Washington. La estrategia es clara: demostrar que el gigante asiático conserva palancas decisivas en sectores que Estados Unidos considera estratégicos, desde los semiconductores hasta los materiales que sostienen su industria militar.
Con estas normas, Pekín cierra un círculo que llevaba años dibujando: controla el acceso a los materiales, las tecnologías que los transforman y el conocimiento que los hace posibles. El país asiático convierte los minerales estratégicos en un instrumento de poder económico y diplomático, reforzando su peso en la negociación con Washington. Para Estados Unidos y sus aliados, la nueva situación supone un recordatorio incómodo: mientras buscan reducir su dependencia, el gigante asiático sigue marcando el compás de los recursos que sostienen la economía tecnológica mundial.
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China acaba de redibujar el mapa de los minerales estratégicos: sus nuevas normas sobre tierras raras apuntan a Estados Unidos
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Xataka
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Javier Marquez
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